Periódico zonal del Barrio de Liniers para la Comuna 9
April 29, 2024 4:04 pm
Cosas de Barrio

El patrono de la providencia que atiende en Liniers

El párroco Lucas Arguimbau repasa la historia de San Cayetano y de la flamante santa, Mamá Antula

“San Cayetano nació en Italia, cuando Colón llegó a América tenía 12 años”, comienza explicando el Padre Lucas Arguimbau, párroco del emblemático santuario de Liniers desde el 6 de marzo de 2021, y un entusiasta del hombre que le dio vida a la figura de San Cayetano.

“Cuando tenía 2 dos años se le murió el padre, y su madre, al bautizarlo, lo consagró a la Virgen, lo que significa dedicarle un lugar especial a María en el corazón y aceptarla como madre celestial”, continúa luego, en diálogo con Cosas de Barrio. “Por entonces- señala- en Italia había guerras, luchas intestinas, pero como su familia tenía dinero, Cayetano tuvo la posibilidad de estudiar”. A aquel joven italiano del siglo XV siempre lo cautivó la gente humilde “la que trabajaba en el campo, la que dormía en la calle, la que ejercía la prostitución”, narra el Padre Lucas y se acomoda en el banco de plaza del jardín del santuario que da hacia la colectora de la General Paz.

– ¿Fue abogado Cayetano?

– Sí. Estudió en Padua, fue abogado civil y canónico y estuvo cerca del Papa. Lo cautivaba sentir la vida como la había vivido Jesús. Se ocupó de fundar el Hospital de incurables. La peste de ese momento era la sífilis y era mortal. Muchos morían en la calle. Algo parecido a lo que hacía la Madre Teresa cuidando a los moribundos. No había los medicamentos actuales y la atención de los enfermos era precaria. Más adelante sintió la necesidad de ser sacerdote. Fue un cura que celebraba la Misa todos los días, algo atípico en esa época. En paralelo, como abogado empezó a trabajar el tema de las herencias y las sucesiones. Intercedía para evitar la división dentro de las familias y preservar la unidad, cosa que luego aplicó en la guerra. Consiguió la paz en varias oportunidades, la última fue en Nápoles. Imaginate que lograr un tratado de paz no era nada fácil, tenía un don especial para apaciguar el odio de las partes. Murió cuando tenía 66 años, a las 17 del 7 de agosto de 1547 y su partida acongojó al pueblo de Nápoles, que admiraba su labor por la paz.

– ¿Y cómo surge la santificación de Cayetano y su popularidad en nuestro país?

– Te cuento. San Ignacio de Loyola funda la Compañía de Jesús, y los compañeros de Cayetano, con su ejemplo de vida, lo proponen como santo por su servicio y por su fe. El proceso de santificación fue lento y largo. Hay un momento de la Iglesia en que se expulsa a todos los jesuitas, acá y en el mundo. La que trajo aquí la devoción por él fue Mamá Antula, una beata santiagueña. Ella decide que no se pierda la espiritualidad ignaciana y así comienza a seguir un recorrido interior y exterior. Viene desde su pueblo a Buenos Aires a pie y descalza. Tiene dificultades para ingresar, no es bienvenida ni es bien vista por la cultura de la época, pero lentamente va ganando lugar y funda la Casa de Ejercicios de la calle Independencia. Allí implementa los ejercicios de San Ignacio, lo que se conoce como retiro espiritual. Logró que muchísima gente pasara a hacerlo. Gente de todos los estratos sociales. Una tarea sublime y difícil. Muchos próceres argentinos pasaron por esa casa de ejercicios.

– Hoy tenemos el orgullo de saber que Mamá Antula acaba de ser consagrada por el Papa Francisco como la primera santa argentina y tiene mucho que ver con Liniers…

– Exacto, y eso nos llena de orgullo y de alegría. Porque María Antonia de Paz y Figueroa, tal era su nombre, fue una mujer muy abnegada que logró hacerse fuerte en base a su predicamento en favor de los más desposeídos en la Buenos Aires colonial. Tras su muerte en 1799, un grupo de mujeres que la acompañó en su labor fundó la congregación “Hijas del Divino Salvador”. Años más tarde, con la aparición de la fiebre amarilla, cambió la geografía del Buenos Aires y mucha gente se mudó a las afueras. Entre ellas estas hermanas de la congregación, que trajeron a Liniers la devoción por San Cayetano. Fundaron primero una capilla, donde hoy corre la avenida General Paz, y al tiempo se establecieron en esta sede, donde primero fundaron el colegio primario, y más tarde la capilla se transformó en una parroquia que convocaba a muchos fieles provenientes de la comunidad italiana. Luego, con la llegada del tren y el establecimiento del barrio y su gente, la devoción fue en aumento hasta llegar a convertir a San Cayetano en uno de los santos más populares del país.

– ¿Cuándo se transforma en el santo del pan y del trabajo?

– Con la crisis del 30’ y la vulnerabilidad de la población trabajadora, la vida de la parroquia se potencia. Los campos cercanos también dan cuenta de la crisis por las escasas cosechas (de trigo, por ejemplo) y se comienza a pedir al Santo, que les concede lo solicitado en sus plegarias. Entonces los fieles se lo retribuyen con ofrendas de espigas. De esa forma, el inmigrante italiano recibió su “ciudadanía argentina”, y se convirtió en el santo de la providencia, hasta transformarse en el patrono del pan y del trabajo.

El Padre Lucas se muestra distendido y no ahorra en detalles. Lo motiva hablar del santuario que tiene a su cargo y su amplia sonrisa lo demuestra. Dice que, a lo largo de la historia de la parroquia se desarrollaron tres pestes: la de la sífilis, la de la fiebre amarilla y, recientemente, la del Covid. Todas ellas marcaron la vida del santuario. “El 7 de agosto de 2020 se mantuvo cerrado por la pandemia, pero al año siguiente, meses después de mi llegada, reabrió sus puertas y fue el primer acontecimiento masivo de la Ciudad. Pero fue muy distinto al habitual: no hubo misas, ni confesiones, ni agua bendita, ni estampas. Ni siquiera se permitió el ingreso al templo. Así y todo fue la fiesta del reencuentro”, evoca, y recuerda que “el santo salió al atrio, el peregrino no podía tocarlo, sólo lo miraba. Y ante tanto dolor por las pérdidas de vidas humanas, ese momento fue emocionante y único. No me lo voy a olvidar jamás…”.

Son cinco los sacerdotes que actualmente se desempeñan en San Cayetano. Además del Padre Lucas están Federico, Guillermo, Rubén y Carlos. “Pero el santuario también cuenta con empleados y con cinco maravillosos equipos de voluntarios, una para cada día de la semana laboral, que son nuestros grandes héroes”, subraya el párroco.

Todos juntos le dan vida al populoso servicio social del santuario de Liniers, en el que se destaca el comedor comunitario. “Antes del Covid se sentaban a cenar dos tandas de cien personas cada una, pero ahora ya suman 750 a las que se les entregan porciones de comida en un tupper. Es gente en situación de calle, y algunos también se llevan viandas para su grupo familiar”, cuenta el Padre Lucas. Además, el servicio social ofrece Juegoteca, Asesoría Legal, Asistencia a personas con adicciones, un espacio de atención terapéutica para bebés, niños y niñas con dificultades en su desarrollo, una bolsa de trabajo, un centro de educación no formal, una sede de Alcohólicos Anónimos, y duchas. El teléfono para contactarse con el Servicio Social es el (15)4141-0741 y el de la Oficina de empleo el (15)7369-5998.

“Nos honra llevar adelante el legado de Cayetano y de Mamá Antula”, remarca el Padre Lucas, y a modo de cierre, agrega “tenderle la mano amiga a quien más lo necesita nos dignifica como personas”.

Josefina Biancafiore

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