Periódico zonal del Barrio de Liniers para la Comuna 9
April 28, 2024 8:59 am
Cosas de Barrio

Carlitos, el ángel de las golosinas

El recuerdo de un inolvidable kiosquero del Liniers de antaño

Por Daniel Aresse Tomadoni (*)

Días atrás, en un reencuentro virtual –que pronto será personal- con unos viejos amigos del barrio, recordábamos a un personaje entrañable de nuestra adolescencia, que logró hacerse querer por su bondad, su sencillez y su dulzura, y que seguramente estará en el recuerdo y el corazón de muchos lectores.

Carlitos era bajito, medio encorvado y con un andar chaplinesco. Durante varios años tuvo su kiosco de cigarrillos y golosinas en una de las piezas de la casa de la esquina del pasaje Amalia y Tuyutí, donde vivía con su madre y su hermana, frente a la plaza Sarmiento. Si bien arrastraba un trastorno neurológico, hacía gala de su oficio de “kiosquero del barrio” y gozaba de una memoria envidiable. Como prueba de ello, recuerdo que mi Viejo solía contar aquella anécdota en la que una tarde, aún estando de novio con mamá, había ido a comprar cigarrillos y dio con su kiosco. Si bien no se conocían, Carlitos comenzó a observarlo con atención, y un instante después, le espetó “¿Vos no sos el hijo de Blas, de la calle Bolivia, en Flores?”. Papá se sorprendió por el acierto y porque habían pasado más de veinte años desde que había dejado aquella casa. Recién varios segundos más tarde, cuando le dijo “soy Carlitos”, cayó en la cuenta de que habían sido vecinos en el mismo inquilinato.

Claro que, para entonces, Carlitos ya era la estrella de grandes y chicos en las Mil Casitas de Liniers. Apenas cerraba el negocio, a la hora de la siesta, armaba picaditos con los chicos de la cuadra en la calle del pasaje (una vez un patrullero se los llevó a todos demorados unas horas a la Comisaría) o se iba a los parques de la General Paz con un bullicioso grupo detrás.

Varias generaciones de linierenses tuvieron la suerte de disfrutar de sus ocurrencias y su simpatía. Pero pasó el tiempo y un buen día el kiosco ya no abrió más. Su voz gangosa se fue apagando y aún recuerdo a Carlitos, al querible Carlitos, ya sin actividad y avejentado, sentado en un banquito en la puerta de su casa, fumando un pucho, mirando perdido el horizonte y viendo pasar la vida, con una cara de resignación que infundía pena a quien lo viera.

Aquel Carlitos, o “el ganga”, como muchos lo llamaban para hacerlo rabiar, pasó a ser un lindo recuerdo de todos los que quiso y lo quisieron por su humildad y don de gente. Un personaje -de los muchos que tuvo Liniers- al que, en esta oportunidad, y a manera de homenaje, intenté evocar en esta columna.

Gracias por permitirme compartirlo con ustedes. Hasta la próxima.

 (*) Aresse Tomadoni es director general de Multinet (Radnet/La Radio, El Viajero TV, Club de Vida TV)

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