Periódico zonal del Barrio de Liniers para la Comuna 9
April 19, 2024 6:27 pm
Cosas de Barrio

El crepúsculo y el frío

El recuerdo de la caída de la tarde en el Liniers de antaño, cuando los últimos brillos del sol del invierno hacían de las suyas

Por Daniel Aresse Tomadoni (*)

Entre los muchos recuerdos de mis días en el barrio, sin dudas hay uno que guardo especialmente en mi memoria, y es el de los crepúsculos invernales. Podrán decirme -y no les falta razón- que los atardeceres existen en todos lados, pero puedo asegurarles que los de Liniers en aquellos inviernos de los años 60’ y 70’ eran únicos y especiales.

Durante esos entrañables años de mi infancia y adolescencia, en cada rincón del barrio la caída del sol se vivía de maneras distintas y con diversas sensaciones. Pero eso sí, siempre el sitio más romántico era el de  “las mil casitas”, porque en invierno los reflejos dorados de febo se colaban entre el ya ralo follaje de los árboles, donde el sonido de los pájaros buscando su lugar de descanso, musicalizaba el aire. Entonces, cuando ya el sol se ocultaba en el horizonte, con las primeras sombras de la noche las aves se entregaban al sueño. A veces, incluso, se sentía la fragancia de las hojas de los árboles que ya secas, quemaban.

¿Y qué ocurría en la calle? Cerca de las 5 de la tarde el barrio se alborotaba con un desfile de guardapolvos blancos y blazers de distintos colores. Era la hora de la salida de los colegios y el bullicio era general. Algunos de los chicos regresaban a sus casas, otros se dirigían a pulir algún concepto en las academias o con las “maestras particulares” donde además aprovechaban para realizar la tarea y apuntalar esas materias que estaban flojas de puntaje. El resto concurría a las clases de catecismo, porque en ese entonces las dictaban de lunes a jueves y duraban un año hasta tomar la Comunión en diciembre.

Pero el crepúsculo, a veces, nos encontraba en la calle jugando a la pelota o andando en bici por los parques de la avenida General Paz. Su inconfundible melodía era el aviso de que teníamos que regresar para tomar la merienda viendo a Batman, para luego seguir con la extensa tarea diaria del colegio, mientras a través de las hendijas de las cortinas de casa, se colaban hilos dorados del atardecer. Afuera, “el farolero”, munido de una llave especial, recorría las calles del barrio encendiendo por cuadras las luces del alumbrado.

Es cierto, el barrio cambió y mucho, pero quien se anime a transitar estos lugares, en especial en los meses de frío, sentirá el placer de regresar a los hermosos momentos de nuestra infancia en aquellas tardes doradas de mi querido Liniers. Hasta la próxima y gracias por permitirme compartir mis recuerdos.

 (*) Aresse Tomadoni es director general de Multinet (Radnet/La Radio, El Viajero TV, Club de Vida TV)

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