Tras dos años de pandemia, la escuela ya no es la misma
Las consecuencias no pensadas de la educación virtual y la presencialidad limitada
Por la Lic. Vanesa Aichino (*)
¿Será correcto referirnos a la educación post pandemia cuando se está hablando del inicio de la cuarta ola de covid en el país? Sí, sin dudas podemos hablar de una escuela post pandemia. Aunque la presencialidad volvió completamente, las instituciones ya no son las mismas de antes. Partamos de una premisa teórica. A ellas la conforman diversas personas, o sea, la comunidad educativa. Si estos actores sociales cambiaron durante estos dos últimos años, la escuela no es una isla y también sufrió modificaciones. Algunas fueron previsibles, otras no. La institución educativa es permeable a lo que sucede en la sociedad.
¿Qué consecuencias fueron aflorando tras haber transcurrido tres meses del inicio del ciclo lectivo? Muchos sociólogos y especialistas en investigación educativa están aún hipotetizando. Primero, percibimos en el ciclo lectivo finalizado, la aparición de tres aspectos: la pérdida de aprendizajes, el aumento de la desigualdad socioeducativa y la deserción de muchos estudiantes. Ahora, vamos a hablar de lo que vivimos en la cotidianeidad. No lo habíamos pensado pero es de intervención urgente. Como educadores, todos imaginamos un 2022 un poco más sencillo, más amigable. Pero semana tras semana fueron apareciendo dificultades que hacen a la convivencia. En nuestro haber docente estaba la preocupación y ocupación por recuperar los saberes que no habían podido trabajarse ni ser enseñados y aprendidos en los dos ciclos lectivos anteriores.
Al transcurrir las jornadas nos fuimos dando cuenta que había, además, otra prioridad: recuperar las normas, los acuerdos institucionales. Bregar por la convivencia. Para quienes ya tenían una trayectoria escolar se trataría de reforzar, recordar, afianzar o llegar a nuevos acuerdos. Para los más chiquitos, tanto de nivel inicial como de primer y segundo grado, el desafío sería aún mayor: aprender. Aprender a estar en una institución educativa, a convivir con el otro. No sólo reconocer la otredad sino no es suficiente. Es estar con, pensar, respetar, escuchar, jugar, reflexionar junto a… Sin duda alguna, es el año para los contenidos de Educación Sexual Integral y la Ley de convivencia. Es imprescindible la realización de los consejos de grado con una temática previa acordada entre los estudiantes y los docentes, en los cuales los chicos y chicas cumplan diferentes roles, que se lleguen a acuerdos factibles aunque sean pequeños, que esos acuerdos queden registrados, que luego la situación se monitoree y, si fuera necesario, repensar lo acordado. Asimismo, ante conflictos, se necesita pensar y realizar una medida reparatoria. Aquí cabe la aclaración que la normativa no es punitiva, no se refiere a una sanción sino poder ver y reparar el daño o la ofensa. Las situaciones violentas se deben abordar, trabajar con ellas para lograr una convivencia pacífica, integrada y libre de violencia tanto física como psicológica.
Otro aspecto imprescindible es trabajar sobre qué es ser estudiante desde los más chiquitos. Los hábitos los organizan, baja ansiedades tanto en niños como en docentes. Los chicos deben saber en qué momento se puede jugar, en cuál estudiar, qué tipos de juegos se pueden hacer en la escuela y que hay situaciones que no son un juego cuando se trata del bienestar físico y emocional de un compañero o compañera. Debemos enseñarles a diferenciar estas cuestiones. Cuándo se trata de una broma y cuándo le estamos haciendo daño a alguien a través de palabras o actitudes.
En cuanto a los contenidos de Educación Sexual Integral junto a los de Conocimiento del Mundo, es fundamental realizar actividades sobre el cuidado de uno mismo y de los otros. Aprender a cuidar su propio cuerpo, pero también el de los demás y respetarlo. Saber qué hábitos favorecen la salud y promoverlos. Siempre debemos recordar que muchos de los niños y niñas transcurrieron un año y medio dentro de sus casas, y algunos dos, por cuestiones de salud. Los más chiquitos no compartieron las salas del nivel inicial. De golpe se encontraron en la Escuela Primaria rodeados de un montón de normas, horarios, reglas, hasta inclusive pares.
Asimismo, debemos pensar qué pasa con los adultos, con los maestros, con los equipos directivos y auxiliares. Tampoco somos los mismos de aquel marzo del 2020. Nos han atravesado muchas situaciones en nuestras vidas en este tiempo. Ni niños ni docentes somos lo que fuimos. Entonces, es aquí cuando se necesita más que nunca el trabajo colaborativo entre familia y escuela, al interior de la comunidad educativa. O sea, familias con la escuela y la escuela con las familias. Apoyarnos y retroalimentarnos mutuamente. Parecen cuestiones obvias, pero en el contexto actual no lo son. Mucha comunicación, diálogos empáticos, dar tiempo a que las escuelas hagan su labor ya que son procesos, los cambios no se producen inmediatamente. Recuperar la confianza en las instituciones es imprescindible. La escuela no se puede reemplazar. Esto lo vivimos y lo afirmamos durante el ciclo lectivo 2020.
(*) Aichino es licenciada en Educación y directora de la Escuela 4 D.E. 20 “Félix de Olazábal”, de Lisandro de la Torre y Ramón Falcón.
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