Periódico zonal del Barrio de Liniers para la Comuna 9
April 25, 2024 2:20 pm
Cosas de Barrio

Jorge Melo, el brazo ovalado del arte

Cierta tarde fría y lluviosa de 1939, una pelota de rugby salió disparada de los límites del campo de juego del club Pacif –hoy conocido como San Martín- y fue a parar justo al lado de Jorge Melo, que junto al Ñato Boutell habían sido invitados a presenciar el partido. Ambos se miraron y un instante después, Melo se agachó y ocultó la ovalada debajo de su impermeable. La historia cuenta que esa guinda viajó en manos de Melo hasta la barra del barrio de las Mil Casitas, en Liniers, y terminó siendo la piedra fundamental del primer club atorrante del rugby argentino: el mítico Beromama, o para ser más preciso “Beromamacacumaospobichucacopripejopi”, tal como lo marca su denominación original –que luego la Unión de Rugby de Buenos Aires obligó a acortar- a partir de la primera sílaba del nombre o el seudónimo de cada uno de sus fundadores. Jorge Melo –autor insoslayable de esa mítica gesta- era el “jo” que dibujaba la anteúltima sílaba. 

Veinticinco años más tarde, con Beromama compitiendo codo a codo con los grandes en los torneos de la URBA, la pelota fue devuelta, y desde entonces está exhibida como un objeto de culto en la vitrina principal del club San Martín.

¿Cuántas veces Jorge Melo habrá soñado con esa pelota? ¿Cuántas veces la pensó repleta de colores con su paleta de pintor? Es que el rugby y la pintura –sus dos pasiones- fueron casi de la mano en su feliz derrotero terrenal. De hecho, fue también en 1939 cuando expuso por primera vez en la Primera Muestra Colectiva del Club Social Liniers, y desde ese momento no dejó de presentar sus obras en salones municipales y nacionales.

Había nacido en Chascomús el 11 de abril de 1919, pero antes de cumplir los 10 ya estaba instalado con su familia en los pasajes de Liniers. Por entonces, sus dibujos ya causaban admiración en el cuerpo docente de la Escuela 4, de Ramón Falcón y Tellier.

El hábito de la pintura se desplegó con fuerza a sus 14 años. Luego estudió en la Academia de Bellas Artes pero terminó de formarse a orillas del Riachuelo, admirando a artistas como Cunsolo, Berni, Lacámera, Quinquela Martín, Victorica o Menghi; con algunos trabó amistad, otros solo fueron colegas o maestros, aunque no dudaba en afirmar que “mi profesor más influyente fue Lino Enea Spilimbergo”. No fue casual, entonces, que algunos años después se convirtiera en uno de los grandes artistas plásticos argentinos.

Melo pintaba como vivía. “Yo disfruto porque pinto para mí, el que pinta para vender que se joda. Yo no me prostituyo al capitalismo”, disparó hace unos años en una entrevista, quien desayunaba con un mate y un dibujo. Con más de un siglo sobre sus espaldas, Melo se mostraba tan combativo como en su juventud. Y ese combate también lo expresaba en sus obras, tituladas “Los rostros del ajuste”, “Los rostros del puto paco” o “Alca-rajo el fondo”.

Pero Melo era además un admirador de las nuevas generaciones de artistas y los cambios que proponen en el arte. “El arte siempre precisó de algo distinto, lo perfecto es horrible. Si a la Venus de Milo le ponés los dos brazos es una escultura del montón, en un jardín queda mejor un enanito que eso ¡Dejame de joder!”, reflejó alguna vez con su voz enérgica y la carcajada sonora. Y como para terminar de rivalizar con los clásicos, agregó “La Gioconda es un autorretrato de Leonardo. Se hizo popular gracias a que fue la tapa de un dulce de batata”.

A fines de los ’70, Melo había perdido su brazo izquierdo en un accidente automovilístico, pero no le daba ninguna importancia: “no me imposibilitó para nada; no conozco ningún pintor que use los dos brazos para pintar”, decía, quien le sobraba izquierda en el pensamiento crítico.

Finalmente, con cientos de óleos, acuarelas y acrílicos suyos poblando galerías de arte y colecciones privadas, y 102 primaveras a cuestas, el 26 de enero pasado Jorge Melo decidió partir. Sus obras, sus discípulos y una vieja pelota ovalada lo mantendrán vivo por siempre.

Lic. Ricardo Daniel Nicolini

(cosasdebarrio@hotmail.com)

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