Periódico zonal del Barrio de Liniers para la Comuna 9
April 16, 2024 6:04 am
Cosas de Barrio

Fedra Torcisi: una vida de militancia con fuerza de mujer

Oriunda de Mataderos, la joven trans es Directora de Género en el Ministerio de la Mujer. Desde allí hace trabajo social en barrios carenciados y lucha por una sociedad más justa

Corren tiempos difíciles, y en ese mar embravecido están los que se dedican a buscar culpables y quienes optan por encontrar soluciones y trabajar en consecuencia. Fedra Torcisi es una de ellas. La joven trans de 37 años, oriunda de Mataderos y actual vecina de Parque Avellaneda, se desempeña actualmente como Directora de Formación en Género y Diversidad para la Sociedad Civil en el Ministerio de la Mujer, y desde allí se pone al servicio de los más desprotegidos apoyada en sus más de veinte años de militancia.

Domingo diáfano de primavera. A la hora acordada, Fedra baja del Uber en Bahía Blanca y Nueva York. Es una muchacha delgada y amable. Me saluda con una sonrisa y un choque de puños. Está vestida sobriamente: pollera larga, camisa, saco, botas y una ruana que completa su indumentaria. Lo más llamativo es su enorme cartera negra, con un unicornio tornasolado que le adorna el frente.

Caminamos conversando hasta llegar al restaurante de un cocinero famoso. Me hace elegir mesa y opto por una al sol, frente a la plaza de Devoto. Nos sentamos, pedimos y comenzamos a desandar la entrevista.

– ¿Cómo te definirías?

Se nota que la incomoda hablar de ella. Entonces ensaya una sonrisa y responde “piquetera, feminista, trans y directora en un área del Ministerio de la Mujer”. Allí se ocupa de dictar cursos para la incorporación de la perspectiva de género. “Es para que las cursantes la repliquen en sus espacios de militancia, trabajo o estudio”, explica.

– ¿A qué te referís cuando hablás de perspectiva de género?

No me mira a los ojos. Es como si buscara en el aire las palabras para responder.

-Es una categoría de análisis que indaga y da cuenta de la diferencia entre los géneros y sus consecuencias, eliminando prejuicios, modificando las estructuras sociales que producen la desigualdad. Es decir, mejorando la vida de las personas.

– ¿Cómo llegaste a ser directora?

– Siempre milité en cuestiones de género y feminismo. Los últimos diez años, desde el Movimiento Popular La Dignidad. Desde allí me propusieron. Me invitaron a sumarme, lo pensé, lo hablé con mis jefes y obtuve una licencia en Anses, donde trabajaba hasta entonces, por el tiempo que esté en el Ministerio.

– ¿Cuál era tu tarea en Anses?

– Estaba en la unidad de atención móvil. Hacíamos operativos de atención en villas y barrios populares. También viajaba a diferentes lugares del país, donde era necesaria la presencia de Anses.

Cuando se le pregunta cuándo empezó a militar se queda callada un instante, como buceando en el recuerdo. “A los 14 años, en el Centro de Estudiantes de la Escuela de Cerámica Fernando Arranz. Después en la Central Oeste de Centros de Estudiantes y, a los 15 o 16, en la Federación de Estudiantes Secundarios. Después vino el 2001 y estuve dos o tres años en la Asamblea del Parque Avellaneda”. Durante ese tiempo fue la responsable del comedor, pero también estaba en el área de cultura Interasambleas y abordaba temas de género, desde la salud.

– ¿Qué lleva a una criatura que recién llega a la adolescencia, a involucrarse en una tarea de índole social?

– Yo quería ayudar, cambiar algunas cosas que me parecían mal. Lo que tenía más a mano era el Centro de Estudiantes.

– ¿Y cuál fue el disparador para militar en un partido de izquierda?

– Los Centros de Estudiantes, en general, tienen una tradición de izquierda. Si bien entendía qué era la política, veía algo sucio en ella que lo rechazaba. En el 2001 eso cambió por la efervescencia del contexto. Yo ya me sentía de izquierda. Empecé a militar en un partido de izquierda, era muy joven y no lo volvería a hacer.

– ¿Por qué?

– No era un buen espacio de militancia. Como todos, yo buscaba experiencia y entonces hacía militancia de base. Estaba con los temas de género pero no me daban pelota. No es fácil hacer entender que el género se refiere a los atributos sociales y a las oportunidades asociadas a ser hombre o mujer, niña o niño. Hombre y mujer son categorías sexuales, pero lo masculino y lo femenino son categorías de género.

Hace una pausa, toma unos tragos de Aperol como para ordenar la memoria, y luego agrega “ahí estuve como cinco o seis años y teníamos participación en una organización de desocupados, el FTC. Trabajábamos en barrios de Quilmes y Solano, íbamos a apoyar, a hacer tallercitos, que era lo que más me gustaba, pero no duró demasiado”.

Cuenta que años después, tras reflexionar con varias feministas sobre todo lo ocurrido después del 2001, tomó la decisión de integrarse a la organización territorial “La Dignidad”.

– ¿Qué es una organización territorial?

– Es una organización independiente de un partido político, cuyo eje de acción está en el territorio. Es decir que la política emerge de ahí para arriba y no desde una mesa de decisión donde las bases acatan. Además pretende dar recursos al barrio y lograr la adhesión de esa manera. Cuando hablo de recursos me refiero a un comedor, un merendero, una guardería o un espacio de ayuda escolar, dependiendo las necesidades del barrio.

– Sé que formas parte de la campaña para la legalización del aborto ¿Cómo se llega allí desde una militancia en las villas?

– Es difícil de explicar. Simultáneamente a mi pertenencia al partido de izquierda me uní a la CHA (Comunidad Homosexual Argentina). Allí estaba en el área de jóvenes. Hacíamos reuniones, dónde hablábamos de problemas inherentes a nuestra situación en la sociedad y las familias. También era responsable de la campaña Stop Sida, en la zona de Constitución y los bosques de Palermo. Paralelamente me ocupaba de las cosas que tenían que ver con el género. Estando allí, se lanzó una convocatoria para la participación de las organizaciones. Yo fui en representación de la CHA. Después me integré a la “Comisión por el derecho al aborto”, de la gran Dora Coledesky, hasta que se disolvió. Las que quedamos seguimos y hace 18 años que participo en ese espacio político. Formo parte del grupo histórico y de la comisión de incidencia parlamentaria. Si bien siempre estuve a favor de la decisión de la mujer sobre su propio cuerpo, y el aborto es una, el participar en la campaña fue una oportunidad poderosa, que se abría en el movimiento de mujeres, a la que no se le podía dar la espalda.

Hoy Fedra ya no forma parte de la CHA. “Me aparté hace años por diferencias políticas. Igual está todo bien. Tengo mucho que agradecerle”, subraya. Llegan los platos y mientras comemos seguimos transitando la entrevista.

– ¿Qué sentiste con la aprobación de la ley?

– Alivio, un alivio inmenso. Fueron tres días sin dormir, prácticamente sin comer, con los nervios al palo. Amé la respuesta del pueblo en la calle, demandando, exigiendo. Más en el contexto de pandemia. Pero no era una fiesta, era el proceso de votación de una ley que salva vidas y otorga libertad. Lo organizamos una cantidad mínima de personas, menos de las que te puedas imaginar. Eran jornadas de lucha callejera para acompañar el debate. El clima de fiesta y reviente hizo que fuera muy difícil la organización. No era momento ni lugar para drogarse ni emborracharse.

– ¿Entonces te decepcionó la movilización?

– Es que hacemos lo que hacemos por amor, para generar cambios profundos en las estructuras patriarcales. No somos una organización cualquiera, sino una estructura política producto de la lucha feminista con una posibilidad de acción basada en el consenso, con límites muy claros. No somos un fantasma de la imaginación, ni canas, ni preceptoras, ni empleados de nadie, sino personas de carne y hueso tratando de empujar cambios.

En ese sentido, Fedra diferencia el feminismo militante del feminismo mercenario, al que castiga sin piedad. “En esa yo no entro. No me interesa acomodarme porque es un tema ‘financiable’. Hay gente que no vivenció el feminismo, ni siquiera lo tiene en su espectro ideológico, pero como sabe que garpa y está en agenda, en un abrir y cerrar de ojos se convierten en especialistas ¿No es genial?”, se pregunta a pura ironía.

– ¿Te generó satisfacciones toda esa lucha?

– Muchas. Varias amigas y amigos. Fueron muchos años de caminar los pasillos del Congreso, de buscar adhesiones, formas de solventar, pedir favores, y por fin se logró. Pero además recibimos reconocimientos nacionales e internacionales. Por ejemplo por el documental “Que sea ley”, de Juan Solanas, por el que fuimos invitadas al Festival de Cannes y recibimos la solidaridad a nuestra causa de diversos artistas internacionales. Pero lo más importante es el agradecimiento de las mujeres que acompañamos o ayudamos.

Un mendigo se aproxima a nuestra mesa. Fedra busca en la cartera y le da unos pesos.

– ¿En qué villa militás?

– Hace casi cinco años que estoy en la 21-24-Zabaleta. Antes tuve otras experiencias en villas del conurbano y Capital.

– ¿Qué hacés ahí?

– Un poco de todo. Cuestiones generales de la organización en el barrio. Además de los temas de género, me ocupo de cuestiones ambientales, de acceso a la salud, vivienda y urbanización con radicación. También me dedico a la cohesión interna del Movimiento Popular la Dignidad, donde integro la Mesa de conducción nacional, generando espacios de formación y de discusión.

– ¿Cómo es tu relación con la gente de la Zabaleta?

– Tengo un rol de autoridad ahí. Me tienen mucho cariño, pero también mucho respeto. No obstante, mi trato es muy cordial. La gente está muy acostumbrada a que los que van a colaborar sólo se acerquen cuando les sobra el tiempo. Yo me quedé, nunca me fui. Llegué para unas elecciones de la villa, por la Organización. Si bien conozco la dinámica, todo recrudece con las elecciones. Hubo situaciones de violencia y de un agotamiento muy profundo. Estábamos hasta muy tarde, tratando que la elección fuera lo más transparente posible.

Para Fedra, “ser pobre es mucho más que no tener dinero, es una acumulación histórica que no permite acceder a beneficios sociales que otros tuvieron las condiciones para poder construir”. Y en la villa, particularmente, la marginalidad se hace más visible.

– ¿Cómo se vive hoy el tema droga en la villa?

– La droga es un problema en todos lados. Pero en la villa las condiciones de vida son diferentes, entonces es distinto el abordaje de los problemas de consumo. Pero el tema es igual de complejo fuera del barrio que dentro, lo que pasa es que en la villa es más evidente.

– ¿Y con respecto a la niñez?

– El tema de la infancia está más contenido. Hay bastante trabajo de vínculo entre los Centros de Salud y los colegios, lo que hace más fácil la detección y el seguimiento de los problemas. Obviamente, hay cosas que se escapan.

– ¿Qué pasa en los casos de violencia de género?

– Con la violencia de género no hay un abordaje muy efectivo. Se trabaja caso a caso y allí cumplimos un rol muy importante las organizaciones sociales. Generamos sistemas de acompañamiento con redes barriales, acompañando sin juzgar.

– Te llevo al terreno de lo económico ¿En qué medida sirven los planes sociales?

– En un principio fueron paliativos pero hoy son muy valiosos. Obviamente hay de todo. Hoy todos los planes tienen contraprestación. O sea, estudiás, trabajás o te capacitás. Eso del plan descansar o la repartija de guita no existe hace años. No sé, quizá haya planes provinciales que sean así, yo no los conozco. Cada plan está individualizado y tiene una contraprestación. Las organizaciones gestionamos y conseguimos los planes. Son programas de empleo. Por ejemplo, mi organización tiene salario social, que varía según cuántas horas se cumplan de tarea comunitaria concreta.

– ¿Y cómo se determina concretamente ese salario social?

– Si gestionás un comedor o merendero, te lleva un tiempo y es una contraprestación. No aceptamos como trabajo el que se hace en comedores y merenderos, eso es voluntariado, el ir a cocinar o servir no son actividades pagas. La mayoría de los planes están asociados a cooperativas. Los planes son de las personas, si quiere cambiar de organización, como si fuera un pase, lo puede hacer. Si alguien se quiere ir, se va. Si estás en el mismo territorio, obviamente, lo hablás con el dirigente regional de la otra organización. Todo lo otro está super regulado, porque pertenece a planes municipales o nacionales. Por ejemplo, el Programa Veredas Limpias; significa que tenés que limpiar las veredas del barrio entre cierta cantidad de personas durante cuatro horas. También se generan cooperativas donde se pueda lograr algún tipo de trabajo genuino. La gente subsiste en base a eso. Un plan es un pago que se hace por una contraprestación a un trabajo. No conozco planes que funcionen de otra manera. Obviamente se puede mentir. Siempre se pueden hacer las cosas mal, pero esa no es la realidad de la mayoría de las organizaciones.

– ¿Qué hace que la gente se acerque a las organizaciones territoriales?

– La gente se acerca por una necesidad material. No es que vienen a hacer la revolución, ni se hacen comunistas. Algunos sí, otros no, otros más o menos, otros adquieren algunas sensibilidades y otros se van. Pero siempre se acercan por alguna necesidad material. Puede haber algún caso en el que se acerquen por afinidad ideológica, pero la gente necesita trabajar. Además, para los pobres no siempre estuvo aceptada la militancia, porque era reventarse militando o sobrevivir. Hacer las dos cosas se torna muy difícil para mucha gente, y sólo lo hacen cuando tienen posibilidades.

– ¿Cómo es educarse en ese contexto de carencias?

– Sorprendentemente en mi villa hay mucha oferta educativa y son muchos los que terminan el secundario. Más con el tema de la AUH donde es obligatorio que los adolescentes terminen el secundario para seguir cobrando. A veces se logra, a veces no. La oferta es amplia en lo público y en lo privado. Siempre hay dificultades, como en todos lados. Es algo que ha mejorado muchísimo en los últimos años, tanto en el acceso como en la permanencia en todos los niveles. Lo que se complica es ir a la universidad. Los extranjeros, generalmente, vienen recibidos, incluso con títulos universitarios que no pueden revalidar. Los trámites son caros y muy complejos. Incluso para los que tienen poder adquisitivo es muy difícil. La mayoría termina sin revalidarlo y teniendo una carrera universitaria vive como si no la tuviera.

– ¿Cuáles son tus perspectivas a futuro para las mujeres en general?

– Tengo una tendencia al optimismo. Me parece que están mejorando las condiciones de existencia, en términos generales, y eso permea también a los barrios populares, donde vive mucha gente con necesidades. Se ha logrado un nivel de conciencia, organización y visibilidad muy piola. Particularmente en las villas, donde se pudo encapsular mucho. En otros lugares no porque hay otro sentido de lo comunitario. Entonces, si hay redes de mujeres, hay dispositivos de contención. Claro que todavía hay cosas no resueltas.

– ¿Como cuáles?

– Cómo venimos al mundo, cómo nos reproducimos, cómo nos vinculamos, como tenemos a nuestros hijos. Siempre desde este lado de la cuerda es más difícil de desandar. Más difícil de romper esas ideas de amor romántico. Ni siquiera estamos hablando del riesgo de que un tipo te mate, sino de la posibilidad de vincularte, de cómo tramitamos eso. Son temas que hablamos mucho con mis compañeras. Hay situaciones diversas, pero es una generalidad en la humanidad. Hay mandatos preestablecidos que cuesta romper. Por ejemplo si cuando uno está en una relación hétero, y está bien, tiene necesariamente que reproducirse. Sobre todo eso, porque si la relación termina, se da el desastroso nivel de violencia económica que sufren las mujeres en nuestro país. Y ni el gobierno ni el Estado consiguen dar una respuesta a la impunidad de los varones ante sus irresponsabilidades.

Llega el postre. Ya hace una hora y media que estamos charlando grabador de por medio. “Hace veintitrés años que hago política en diferentes espacios y sectores. Dediqué mi vida a proyectar otros mundos posibles”, dispara. Entonces me surge una pregunta que involucra a su persona. Le aclaro que si no quiere responderla respeto su decisión y me disculpo por la intromisión.

– ¿El ser una chica trans te hizo más difícil el camino?

– (Me mira y demora unos instantes en responder) No. Ya me conocían. Inventarnos nuevos mundos no elude el que ya está. No era posible seguir siendo quien no era, con un nombre y un lugar donde ya no podía ni debía estar. A fin de cuentas, cargamos con la desgracia y la fortuna de vivir la vida que tenemos, no la que queremos o imaginamos. A veces me siento con poco margen para hacer o decir algo sobre mi existencia como trans. Si bien todo esto camina desde muy lejos conmigo, se presentó ante el mundo de manera concreta, como un río entre piedras, rápido pero contenido. La naturaleza no es un don, no es lo dado, es la manera de cómo llegamos a estar, sobre la base de un devenir que no deseamos pero no podemos evitar.

Después de más de tres horas de agradabilísima conversación, me despido de Fedra y mientras me alejo, un montón de temas y planteos me dan vueltas por la cabeza.

Azucena Di Paola

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