Periódico zonal del Barrio de Liniers para la Comuna 9
April 20, 2024 4:27 am
Cosas de Barrio

Bernardo Brumer, el bicicletero de Mataderos

Una mirada nostálgica a los personajes y las profesiones de antaño

Por Amalia Lavira (*)

Don Bernardo había nacido en Polonia en el año 1902. Llegó con sus padres y hermanos a la Argentina cuando apenas tenía 7 años y ya a los 8 comenzó a trabajar, como tantos otros niños lo hacían por entonces. Primero comenzó repartiendo carbón, luego, con los años fue vendedor de ollas y más tarde, de plumeros, hasta que finalmente se independizó y puso su propio tallercito para arreglar bicicletas.

El taller era una casucha de madera y chapas a orillas del arroyo Maldonado (que por entonces no estaba entubado) en Villa Luro, donde las ratas solían acompañarlo en las noches, ya que se quedaba a dormir allí para cuidar sus herramientas. Tuvieron que pasar varios años para lograr trasladarse a un local de material sobre la avenida Juan B. Alberdi. Poco después, ya con un oficio a cuestas, pudo formar su familia. Y para lograr algún dinero extra, al arreglo de bicicletas le sumó el de armas y calentadores.

Es que en aquella década del 30’, había que trabajar duro para sobrevivir, y Bernardo no le hacía asco al trabajo. Al contrario, se las ingeniaba para buscarle la vuelta a su negocio, con tal de parar la olla. Así, en verano, solía alquilar bicicletas a 20 centavos la media hora. Lo hacía hasta altas horas de la noche. Es que andar en bicicleta, por entonces, era lo máximo. Y cuando los muchachos se pasaban de la hora, llegaban al negocio y dejaban la bici en la puerta antes de salir corriendo, para evitar tener que pagar un recargo. Entonces, para evitar ese mal momento, Bernardo les hacía dejar algo como prenda en garantía de pago, por eso siempre tenía un cajón lleno de cinturones, bufandas, tiradores, boinas y alpargatas, que recién eran devueltos cuando la deuda se saldaba. Claro que, a veces, él mismo tenía que salir a buscar por las casas del barrio a aquellos que no le devolvían la bicicleta…

Brumer se levantaba a las 4 y media de la madrugada para atender a la gente que trabajaba con los triciclos de reparto y que lo necesitaban para emparchar una rueda o para pedirle el inflador. Muchas veces, don Bernardo no tenía tiempo ni para comer. Sentado en el patio, con los rayos a un lado y el sanguche del otro, se pasaba tardes enteras armando y desarmando ruedas. En aquellos años, las ruedas solían ser macizas, porque no existían cámaras ni cubiertas para esas medidas. Tal era el amor y la dedicación que Bernardo tenía para con su oficio, que en un carnaval le construyó una simpática y moderna bicicletita a su pequeño hijo Héctor.

Todos los proyectos que tuvieran dos ruedas y pedales, Bernardo los cristalizaba. Por eso también solía organizar carreras bicicletas. Él mismo les daba las camisetas, el calzado y los pantaloncitos a los jóvenes que participaban. Incluso se las ingenió para armar un rodillo en el que los participantes pudieran entrenar. Para comienzos de la década del 40’ aparecieron las bicicletas tándem, en las que podían andar dos personas juntas. Pero él fue más allá y fabricó una ¡para tres! Y tiempo después armó otra en la que iba una persona al lado de la otra, pero sólo con dos ruedas.

Su arte, incluso, llegó al circo. Le fabricó a la familia circense Ramasiglia, los famosos monociclos, altos y desarmables, o aquellos otros en los que el asiento subía y bajaba al impulsar los pedales, o las de los osos, que incluían un “cubrecadena”, para que los pelos no se engancharan…

Por entonces, las bicicletas se importaban de Francia, Italia, Inglaterra. Hasta los piñones, las municiones, las cubiertas, las cámaras y las cadenas venían de Polonia y Checoslovaquia. Todo era un entramado de acero sobre ruedas.

Don Bernardo trabajó toda su vida haciendo de la bicicleta su principal fuente de inspiración, y ayudando a todo aquel que lo necesitara. Para el barrio de Mataderos era “Brumer, el bicicletero”, amigo de confianza y buena persona. Falleció en 1982. Y claro, hoy las bicicletas ya no son de acero…

(*) Amalia es escritora, narradora, poetiza, historiadora y cultora del lunfardo, además de ser vecina y enamorada del barrio de Mataderos

Facebook/Amalia Olga Lavira

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