Periódico zonal del Barrio de Liniers para la Comuna 9
April 25, 2024 8:50 am
Cosas de Barrio

Nueve de cada diez vecinos se oponen a la construcción indiscriminada de edificios en el barrio

Así lo expresan los resultados de la última encuesta digital de Cosas de Barrio

De acuerdo con la opinión de la gente que durante el último mes participó de la encuesta digital que Cosas de Barrio realizó en su sitio de Internet (www.cosasdebarrioweb.com.ar), el 66 por ciento de los votantes sostuvo que la construcción de edificios de departamentos en el barrio le resulta exagerada; otro 23%, consideró que “debería existir un tope de edificios por cuadra”; un 9%, por el contrario, aseguró que está de acuerdo y le pare bien; mientras que el 2% restante expresó que no le molesta y le da lo mismo (ver gráfico).

En total, en esta nueva edición de la encuesta realizada vía Internet por este medio, participaron un total de 1.878 vecinos.

Los resultados de este muestreo no hacen más que dejar al descubierto el descontento de una gran cantidad de vecinos sobre los alcances del Código Urbanístico porteño, aprobado en 2018, que parece llevarse puestos todos los barrios de casas bajas, al permitir la construcción indiscriminada de edificios. Una muestra de esta problemática se observa en la vereda sur de la cuadra de Ramón Falcón al 5900 -entre Albariño y Miralla, sobre el límite este del barrio de Liniers- donde se agrupan cuatro edificios y otros dos están en construcción. En la vereda de enfrente, se observan otros cinco. Todos rodean a la mítica calesita de don Luis, que desde que el calesitero se convirtió en leyenda, es mirada con ojos ambiciosos por varios “desarrolladores urbanos”.

Como sea, queda claro que desde que se aprobó el actual Código Urbanístico porteño, los negocios inmobiliarios parecen no tener freno. Incluso en la actualidad, donde el mercado de compraventa de inmuebles está en plena recesión.

Se calcula que actualmente se están construyendo más de 40 mil viviendas de la mano del impulso privado en diferentes barrios, en su mayoría de 3 o 4 niveles como mínimo y de hasta 8 pisos como máximo. Por lo general son viviendas de 2 y 3 ambientes y de una superficie de entre 2.000 y 2.500 metros cuadrados. Los expertos argumentan que hay un mercado limitado en cuanto a la cantidad de compradores. Por eso se apunta a emprender obras chicas que son más rápidas de fondear y menos riesgosas de construir. De allí que la tendencia muestra que los terrenos más buscados sean los de los antiguos PH, que luego de ser puestos a la venta son demolidos para construir allí edificios en altura.

En ese marco, sólo un 13% de los edificios, considerados patrimonio arquitectónico, son “protegidos” por el Ejecutivo porteño. El 87% restante está en vías de un proceso de demolición y muchos de ellos ya fueron arrasados por las topadoras. De un universo de 141.000 edificios que deberían haberse declarado patrimonio arquitectónico de la ciudad, sólo 18.500 edificios histórico) fueron protegidos. Los otros 122.500 esperan su demolición. En ese sentido, varias asociaciones iniciaron una campaña de recolección de firmas para que los poderes Ejecutivo y Legislativo suspendan el Código Urbanístico aprobado en el 2018, que habilita la destrucción de la identidad de los barrios residenciales de casas bajas.

Vale recordar que el debate del Código Urbanístico y del nuevo Código de Edificación se inició en 2018 con una planificación de la ciudad desactualizada y sesgada, porque se partió de un Plan Urbano Ambiental (PUA) aprobado en el 2009 a partir de un diagnóstico de los años ´90, que debía haberse actualizado cada cinco años. Desde sus orígenes, tanto el Código Urbanístico como el de Edificación fueron formulados con y para los desarrolladores inmobiliarios, para su seguridad jurídica y para garantizar futuros negocios. El blanqueo inmobiliario y el aumento de la capacidad constructiva que promueve el Código refleja esos intereses.

Mientras tanto, el barrio continúa poblándose de edificios que ponen en riesgo el suministro de los servicios básicos y cambian la fisonomía de su paisaje, en post de los intereses de los denominados “desarrolladores urbanos”.

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