Periódico zonal del Barrio de Liniers para la Comuna 9
April 19, 2024 12:54 pm
Cosas de Barrio

El paisaje barrial como disparador de historias

Rincón de letras

Una vez más le damos lugar a esta sección, dedicada a dar rienda suelta a la creatividad literaria de nuestros lectores. En esta oportunidad incluimos un relato crudo y escalofriante que pone en la piel de una niña de once años, elaborado por Inés Vendramín, con el que recrea el particular paisaje de Mataderos que rodea al personaje y sus temores, al tiempo que pinta una atmósfera densa dentro de una rutina que ya no será la misma.

De esta forma, aquellos lectores que deseen remitir sus escritos literarios a esta redacción –en formato de cuento o poesía- para ser publicados en este espacio, podrán hacerlo vía mail a cdebarrio@hotmail.com o de manera postal a Carhué 723 2º “9” (1408) Ciudad de Bs. As. El único requisito es que la historia transcurra en algún punto de nuestra entrañable geografía barrial.


¿Cuánto valen las vidas?

Papá y mamá no habían llegado a casa, era más tarde de lo habitual y me preocupaba. No sabía cómo entretener a mi hermanito, él parecía tener sueño, no lo acostaba para no quedarme sola, aunque ¡vaya compañía! Me miraba fijo, quieto un rato y luego se ponía a llorar a los gritos. Se salía con la suya, sabía cómo manejar mis once años mejor que yo.

Anochecía. Lo tomé en brazos, mirábamos por la ventana, la calle Cafayate desolada. Pasó un auto, los vidrios polarizados ocultaban a sus ocupantes, dobló a toda velocidad por Tapalqué. No le di importancia cuando pasó varias veces. Me resultaba divertido, lo tomé como un juego, sin entender, hasta que sentí mucho miedo…

Recordé: hoy es el aniversario de la desaparición de cuatro adolescentes, eran entusiastas, con ganas de “abuenar” al mundo. ¡Qué noche aquella! El ayer no se olvida, hay llanto y horror. Mi papá decidió no aflojar en la búsqueda hasta conocer el destino de ellos…

Con mi hermanito dormido quedé sin saber qué hacer, abrí la puerta del departamento y me senté en el rellano de la escalera, nunca me había parecido con una desnudez tan severa.

Me despertó la voz alterada de mamá:

— ¿Qué hacen acá?

Quise explicarle lo del auto y el miedo, pero ella parecía sin ganas de escuchar, los ojos rojos como si hubiera llorado.

– ¿Y papá?

– No vendrá.

Si bien la escuela República del Brasil no queda lejos, iba con mi amiga en el coche con su papá, me miraron con una expresión que no supe entender, como acongojados. Varias compañeras me abrazaron de una manera no habitual; mi amiga me acarició y dijo:

– ¡Te prohíbo llorar!

Nuestra seño está irreconocible: no bostezó, no enseñó con cara aburrida, nos permitió comer galletitas en la clase. Mis compañeros no hacen bromas pesadas, no gritan, no pelean.

Creí adivinar, pero tuve miedo de que me explicaran qué pasaba.

A la hora de la cena mamá puso la mesa, ausente, al borde del llanto.

– ¿Y papá?

– No vendrá.

Mientras desayunamos, la radio informa la temperatura. Al comenzar las noticias, mamá se levanta de un salto y la apaga, como si supiese que informarán de algo que no debemos escuchar, para no sufrir.

Dejo de preguntar por papá, juego con mi hermanito, lo consuelo y le doy muchos besos.

Tengo mi teoría: estoy segura de la relación del coche polarizado con la desaparición de aquellos pobres chicos y la de mi papá, al que yo creo héroe. Vendrán días mejores, entonces lo diré.

Inés L. Vendramín

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