Periódico zonal del Barrio de Liniers para la Comuna 9
April 25, 2024 12:57 pm
Cosas de Barrio

El arte de educar –y educarse- en tiempos de pandemia

Desde hace casi un año y medio, la pandemia impuso un cambio drástico en el modo de vida que obligó a modificar rutinas en todas las áreas. En el ámbito de la educación, el sostenido aislamiento y la necesidad de virtualidad de los trabajos escolares, evidenció cuestiones preexistentes de desigualdad, brechas sociales, pobreza, fragmentación, disponibilidad y acceso a la tecnología. En este informe, un pormenorizado detalle de las consecuencias generadas en estudiantes, docentes y familias.

De acuerdo a una reciente investigación realizada por la socióloga Ana Pereyra, la educación virtual obtuvo resultados dispares, dependiendo el sector social y la ubicación geográfica del alumnado. Los alumnos urbanos de niveles medios y altos, así como los de clase media, lograron con éxito concretar la continuidad pedagógica, dado que cuentan con más recursos de infraestructura informática. La escuela pudo resolver situaciones emergentes. Pero en los sectores urbanos marginales y en los rurales se vio dificultada la “virtualización” de la educación. Las escuelas tuvieron que abastecer -junto con las canastas alimenticias- de fotocopias para los alumnos que no tenían internet. Mediante plataformas educativas estatales, los alumnos intentaron mantenerse ligados a lo escolar con dificultad desde sus celulares. El acompañamiento allí también se intentó sostener mediante programas televisivos y cuadernillos. No obstante, la falta de datos en los teléfonos y la ausencia de wifi en la mayoría de los hogares de estos últimos grupos, resultó un escollo insalvable.

Asimismo, fue fundamental el rol del equipo de directivos, DOE (Equipo de orientación escolar formado por psicólogos, psicopedagogos, asesor pedagógico), preceptores y tutores para garantizar la continuidad de los vínculos pedagógicos. Esto le permitió a los docentes estar informados de cada problemática y contexto familiar de los alumnos, algo que se vio fortalecido y que antes de la pandemia no estaba tan aceitado. Hoy los docentes conocen más cada situación particular y la deben tener en cuenta a la hora de valorar con calificaciones. Las redes de contención de escuelas y familias cumplieron un rol crucial en tanto circuitos de contención ante la suspensión de las clases presenciales.

Los docentes tuvieron que ajustar planificaciones, realizar adecuaciones curriculares (es decir, ver qué temas dar y cómo), centrarse en los núcleos de aprendizajes prioritarios, brindar actividades asincrónicas para que los alumnos accedan a explicaciones grabadas o filmadas en streamming y así poder apropiarse de los conocimientos utilizando los mails o los comentarios de los classroom como vías de consulta para dudas y así sostener la continuidad pedagógica.

La carencia de conexión llegó a postular la exigencia de que el Estado, desde sus políticas educativas, garantice internet. Algo todavía no resuelto en los sectores más desfavorecidos. Hubo préstamos a docentes desde el Banco Nación para que accedan a computadoras e incluso partidas presupuestarias para que se compre computadoras a los alumnos, algo que aún no sucedió. En el sector más humilde se trabajó en algunas materias con los cuadernillos Seguimos educando, con fotocopias para el resto de las materias o mediante la TV pública, en los grupos de Facebook y wattaspp. “La conectividad a internet y las acumulaciones institucionales respecto a las tecnologías resultaron decisivas para la virtualización de las clases”. Pereyra subraya que “ni el colectivo docente ni su formación  pueden resolver las desigualdades de conectividad ni el acceso  a las tecnologías digitales”. Por lo cual, si bien el rol docente es clave en el sistema educativo en su labor de adaptación al contexto de pandemia, donde se profundizaron las desigualdades en el acceso a los bienes culturales, es fundamental el rol de las políticas estatales que solucionen o al menos ayuden a mermar esas carencias.

Con respecto a la escuela secundaria, el sociólogo e investigador del Conicet, Pedro Nuñez, sostiene que la cuarentena trastocó la temporalidad: cambiaron los tiempos sincrónicos y asincrónicos, el trabajo docente pareció no tener horario para pasar a ser full time, hubo que readecuarse y aprender a sobrellevar la catarata de mails que llegaban a medianoche o un domingo. Hubo que reorganizarse para trabajar. Se resignificó la modalidad de trabajo. Los alumnos contaron con otros plazos y permisos.

La pandemia llegó en un contexto de crisis ya existente previamente en sistema educativo. Y sin embargo, si bien la escuela viene siendo criticada desde hace un tiempo por sus falencias, nadie puede negar su rol de “maquina de educar”. Ella intentó sostener la continuidad educativa para volver a enganchar a quienes fueron desconectados de las clases por pertenecer a grupos que son víctimas de la desigualdad socioeconómica. El aparato cultural educativo de la escuela se vio resignificado y los vínculos fueron readaptados en nuevas formas de socializar. Los adolescentes saben que el título no garantiza nada, pero que sin el título el futuro es peor aún, por lo que hicieron un esfuerzo por sostener proximidades y cumplir con la obligatoriedad de la educación secundaria, que tiene la función de preparar para el futuro laboral o universitario, brindar competencias ESI y de educación ambiental, y acompañarlos en sus problemáticas vitales en tanto contenedora (casos de alumnas madres, abusos, maltratos, discriminación, asistencia con becas, etc.) Los alumnos entienden que se trata de una instancia de tránsito.

El desafío de la política pública es formar docentes para los nuevos escenarios y volcar recursos que integren las funciones de dadores del saber y de cuidado. La crisis, que de por sí lleva a cuestionar el statu quo, genera una instancia de ebullición que representa una oportunidad para colmar las expectativas de cambio, de lucha por acortar la brecha de las desigualdades y precariedades visibilizadas por la pandemia. En los claroscuros de las escuelas, todavía los directivos y equipo docente tienen mucho por hacer para acompañar a los estudiantes en su camino de aprendizaje. Pero eso no desconoce la importancia  y necesidad de políticas estatales que inviertan en infraestructura escolar, en la digitalización de las tareas y comunicaciones con los alumnos, en la provisión de recursos que garanticen el cumplimiento de la Ley de Educación Nacional y con ello, de los protocolos, de asegurar las vacantes, mejorar las plataformas educativas para que funcionen, optimizar la conectividad en los hogares más humildes y revalorizar del rol docente, tanto en lo discursivo como en los salarios. Profesión tan crucial en la pandemia, tan vapuleada en los últimos años.

Mgter. Fabiana Godoy Di Pace

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