La ilusión de los quince transformada en calabaza
La pandemia obligó a ponerle un gran signo de pregunta al tradicional festejo de las quinceañeras. Muchos padres ya ni sueñan con recuperar la inversión
No pudo ser en 2020, tal vez lo sea en 2021 o incluso en 2022. Claro que para esa fecha, ellas estarán más próximas al desafío de la mayoría de edad que al sueño infantil de convertirse en princesas por una noche. Pero como dice el refrán, lo último que se pierde es la esperanza. La esperanza de celebrar los 15 a pura alegría con amigos y seres queridos que, no obstante, puede resquebrajarse una vez superada la etapa de la adolescencia.
Cancelada este año por culpa de la pandemia y del finalizado aislamiento obligatorio en la ciudad de Buenos Aires, las quinceañeras cruzan los dedos para celebrar su tradicional fiesta en el futuro más cercano posible, al tiempo que las familias se contactan con los proveedores de un evento único e inigualable, para intentar renegociar sus servicios y no perder más dinero que el podrían perder, si la fiesta acaba por suspenderse sin más vueltas.
Un gran signo de pregunta
Si bien el confinamiento, concluido a partir del decreto de Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio (DISPO), imposibilitó las reuniones sociales y por lo tanto la celebración de fiestas, en un principio creó una falsa ilusión en la cabeza de miles y miles de quinceañeras. “Cuando pusieron la cuarentena, todos pensábamos que iba a ser quince días o un mes y creíamos que para junio todo iba a estar normalizado”, cuenta Julia Cassieri, vecina de Liniers, sobre las chances imaginadas en marzo de festejar junto a Lucía, su hermana melliza, dos días después del cumpleaños.
“La fiesta era para el 27 de junio, caía sábado”, asegura Lucía, la mayor de las dos, y agrega que estaban previstos “250 invitados aproximadamente”. María Amalia Ramírez, su madre, fue la encargada con su esposo de cada movimiento anterior a la fiesta. “El salón lo teníamos contratado hacía más de un año”, señala sobre la reserva en el Yatch Club Argentino.
Similar fue la anticipación de búsqueda y elección de salón por parte de la familia Agüero, ya que “un año y tres meses antes de la fiesta”, según indica Ana –quinceañera y linierense- ya lo tenían contratado para celebrar de la mano de Rocío, su hermana gemela, con más de “220 personas”. Sin embargo, hoy en día, su madre Diana Hamburg, asegura que “el acuerdo con el salón se va siguiendo mes a mes”.
Por su parte, a Guadalupe Kishima, también del barrio de Liniers, el sueño que amasaba desde niña también fue apagado por la pandemia. Igual que las quince velas que hubiera soplado el 19 de septiembre frente a unos 140 invitados. “Desde que tenía 10 años, yo sabía que quería hacer fiesta”, confiesa al lado de María Victoria Martínez, su mamá, quien está “permanentemente en contacto con la gente del salón, que todavía siguen sin saber cuándo podrán abrir”.
Al margen de la mayúscula inversión de la fiesta -el salón-, el resto de los gastos se reparten en la contratación de las diversas piezas para un evento ansiado e irrepetible: catering, vestido, book, cotillón, souvenirs, entre otros, constituyen el denominador común en la fórmula de la fiesta de 15. Servicios –todos- afectados directa o indirectamente por la cuarentena.
“Todos los rubros, a pesar de estar súper damnificados, se portaron muy bien”, aclara María Amalia, madre de la familia Cassieri, mientras que Diana, de 52 años y responsable del festejo de las Agüero, asegura que “por el momento no hubo ningún inconveniente” con los proveedores de la fiesta.
En el hogar de los Kishima, el caso es extremadamente contrario porque están “con cero preparativos”, debido a que, según Rocío -ajena a la familia pero conocedora de la organización previa-, los servicios generalmente son contratados “seis u ocho meses antes de la fiesta”. Guadalupe debía festejar el 19 de septiembre, exactamente seis meses después del anuncio del aislamiento obligatorio.
“Todo llevó muchísimo trabajo y tiempo de preparación, y con la pandemia esa ilusión se nos rompió de golpe y nos dejó una tristeza muy grande”, expresa Diana que, tras cancelar la fiesta de sus hijas, prevista para el 28 de marzo, cuenta cómo siguen las negociaciones con el salón. “Vamos pasando la fecha. Teníamos una en diciembre, que hoy ya es imposible -sentencia masticando amargura-. Tenemos otra fecha para marzo que acabo de suspender y la volvimos a postergar para noviembre de 2021”. En la misma sintonía está la organización para el quince de Guadalupe. “Al comienzo, nosotros lo habíamos pospuesto para marzo del 2021, pero tampoco va a ser”, se lamenta María Victoria.
Tras la cancelación de su fiesta en el 2020, las familias Cassieri, Kishima y Agüero deberán resolver dos asuntos cruciales para la concreción del eventual quince: por un lado -inflación mediante- tendrán que afrontar mayores gastos, y por el otro, acordar una nueva fecha. Será una doble negociación. “Coordinar la nueva fecha es muy complejo -explica María Victoria- porque a las fiestas de las que ya cumplieron quince se suman las de quienes los van a cumplir el año que viene”.
En cada acuerdo, las dos partes -familias de quinceañeras y propietarios de salones, a cargo de miles de puestos de trabajo traducidos en salarios para familias- jalan de los dos extremos de la soga económica. Según la crítica mirada de María Victoria, madre de Guadalupe, la idea del salón es que “la fiesta se haga porque en realidad no están muy predispuestos a devolver el dinero”. Por el contrario, en el caso de los Cassieri, no existen pérdidas significativamente graves ni grandes preocupaciones. “Nosotros solo teníamos pagado el salón y el catering. El resto estaba señado”, explica María Amalia sobre las otras inversiones relacionadas con el festejo. Sabe, no obstante, que en el ínterin aumentarán sin control. “El vestido, por ejemplo, nos va a salir más caro de lo que lo hubiésemos pagado”, sostiene María Victoria, sin dudar.
Deshojando el almanaque
Al igual que el viaje de egresados, la fiesta de quince sólo se vive una vez. Sin embargo, las nacidas en el 2005 que aún mantengan la inquietud de celebrar, formarán parte del exclusivo club de las diecisieañeras, si el 2021 lo permite. Llegado el caso de no poder festejar el año próximo, serán diecisieteañeras si todavía respira en ellas la emoción que alcanzó su éxtasis en la pre-adolescencia. Emoción que, a la vera de los dieciocho, podría firmar la cancelación definitiva del festejo. “Si llegamos para los 16, hacemos la fiesta. Si es para los 17, no sé… porque no es lo mismo una fiesta de 15 que de 17”, vacila Lucía, en nombre de su hermana y de ella, quienes, estando de acuerdo, optaron por la fiesta antes que el viaje. “Nosotras solemos viajar, ya hemos ido al exterior y conocemos”, fundamenta Julia, la menor.
Para las gemelas Agüero, en tanto, la postergada celebración “no será lo mismo”. Más bien, podría hacerse de forma diferente. “No creo que sea un quince, sino que pensábamos hacerlo como un sweetsixteen, algo estadounidense, bien yankee”, comenta entre risas Rocío, hija de Diana, quien cree que, si se materializa el sueño de sus hijas en algunos de los años venideros, “va a ser un festejo doble porque después de tantas postergaciones, tener fiesta va a ser muy lindo”.
Guadalupe, que cumplió sus quince el 7 de julio, durante la cuarentena, mantiene aún vigente el sueño de la fiesta, fechada ahora para el 19 de septiembre. “Yo creo que sí saldría con el vestido de quinceañera”, afirma decididamente. No obstante, añade “quiero hacerla y no me importa cuándo. Aunque si en 2021 tampoco se puede, la cancelaría y haría un viaje”. En ese sentido, su madre la apoya a muerte. “Nosotros acompañamos lo que ella quiera. Si ella no la quiere hacer, no se hará y se guardará ese dinero para comprarse lo que quiera o lo mantendrá ahorrado”, indica María Victoria y agrega que “si es quince o dieciséis, a mí no me modifica en nada, porque la idea es festejar con la gente que uno quiere”.
Y si bien el 2020 no les regaló la posibilidad de concretar su fiesta, María Amalia, encargada de las negociaciones previas a la celebración de Julia y Lucía, trata de ser optimista. “Como mamá, me siento orgullosa porque no fue una tragedia: (las chicas) entendieron la situación y que habían otras prioridades”, explica haciendo referencia a la crisis económica y social potenciada por la pandemia del coronavirus que, para muchos, a pesar de las desgracias sanitarias, sociales y psicológicas que provocó, sirvió de enseñanza y les puso los pies sobre la tierra.
Santiago Rodríguez
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