Periódico zonal del Barrio de Liniers para la Comuna 9
July 27, 2024 5:28 am
Cosas de Barrio

La “abuela lalala”: del anonimato a la popularidad absoluta

Uno de los referentes de “Los pibes de Luro” cuenta el surgimiento del principal talismán mundialista

Veintiséis muchachos, guerreros, discípulos de un mismo propósito hicieron realidad el sueño de 45 millones de argentinos. Con ímpetu de potrero, la Selección Argentina volvió a levantar la Copa del Mundo. Treinta y seis fatídicos años tuvieron que pasar para que el planeta se vuelva a rendir a nuestros pies. Pero ese equipo, con Lionel Scaloni como padre de esa familia unida, no fue el único en hacer aquel sueño tantas veces postergado.

Por veinte días, los ojos de la Argentina se detuvieron por un momento en Liniers, más precisamente en la esquina de Caaguazú y Andalgalá. Y es que allí, un grupo de 25 jóvenes rugieron a los cuatros vientos, producto de la euforia por cada victoria albiceleste, un canto que con el rápido acontecer de los días sería motivo de paso obligatorio para festejar en aquel punto del vecindario. Ese coro, devoto de la Selección, impuso el jingle “¡Abuela, lalalalala!” en lo más alto del mundo.

“Todo se dio en esa esquina porque ahí es donde nos juntamos a ver todos los partidos, desde que jugamos con Polonia”, cuenta Maximiliano Torres, integrante del grupo de amigos “Los Pibes de Luro”, al que se le atribuye el popular cántico. Con una alegría indisimulable, el vecino de Villa Luro de 29 años, principal ideador del hit, reconstruye en un mano a mano con Cosas de Barrio la historia del jingle que se gestó en Liniers y dio la vuelta al mundo.

“A decir verdad, el tema surgió en la Copa América del año pasado, cuando Di María hace el gol de la final contra Brasil y la versión original fue ‘Fideo, lalalalala’”, comienza contando Maxi, a quien aquella tarde, luego de la victoria frente a Polonia en la última fecha de la fase de grupos que selló el pase a octavos de final, con la melodía fresca en la mente y la compañía delirante de sus amigos, se le alinearon los planetas.

Esa vez, Cristina, símbolo del hitazo inspirado en la melodía “Go West”, de los Pet Shop Boys, “se acercó en el primer gol cuando nos escuchó cantar”. Aquel fue el primer contacto entre la banda de amigos y la vecina de Liniers, un encuentro marcado por emociones compartidas. Al rato, una vez terminado el partido, Los Pibes de Luro salieron a celebrar a la calle con el pecho lleno de alivio tras una fase de grupos tan dura como imprevista. De pronto, desde el horizonte, una figura envuelta en un manto celeste y blanco se les acercó, y sin pedir permiso se unió a los cánticos, haciéndole caso omiso a sus 76 años y queriendo llenar el cielo de bandera. “Ahí nomás, en la puerta de la casa del dueño donde miramos todos los partidos, se puso a alentar con nosotros a la Selección como lo hacemos siempre… ¡Y eso que nosotros festejamos como si lo viviéramos en la cancha!”, relata Maxi entre risas.

Fue en ese instante de pasión y delirio que se dio su bautismo. A partir de allí, María Cristina comenzaría a ser la “abuela” (ver “La abuela de…”). De corazón y espiritual, por supuesto. “A nosotros en no salió así en el momento, de forma cariñosa, obviamente sin ánimos de ofenderla. Y ella se lo tomó de la mejor manera. Después le preguntamos si le molestaba y dijo que no, entonces seguimos con la misma canción”, explica el joven.

En ese preciso momento nació el hitazo. A partir de ahí, el reencuentro se hizo mito, y la esquina, lugar de culto. Y claro está, con la fugaz viralización del baile de la abuela, centro de las miradas en el medio de la calle, María Cristina y el coro de jóvenes de entre 20 y 30 años convirtieron la intersección de Caaguazú y Andalgalá en visita obligada para el resto de los vecinos de la zona. Aunque, según Maximiliano, “también hubo gente de Villa Luro y de Lomas del Mirador que se acercaron”.

A medida que Argentina se arrimaba a la final, la esquina se transformó en un templo a cielo abierto. Al principio, centenas, pero luego miles de personas se reunieron para abrazarse y celebrar bajo una misma ilusión, sin importar edad o apariencia, cantando al unísono el jingle que fue furor en las redes sociales.

“Por suerte, y gracias a Dios, vimos mucha fiesta, festejo, desahogo, porque la gente, entre tantas malas, necesitaba eso: un momento de alegría. Y nosotros pusimos nuestra cuota en cada celebración, con un poco de música, por supuesto, pero la buena predisposición de la gente hizo posible todo prácticamente”, relata Maxi.

Dentro de los límites de la Comuna 9, otros puntos de celebración masiva fueron las esquinas de la avenida Emilio Castro y Molina -cualquier relación con el lateral derecho campeón del mundo es mera coincidencia-, y de avenida Juan Bautista Alberdi y Murguiondo, ambas en el barrio de Mataderos, que generalmente son espacios para otros festejos, como los patrios. Sin embargo, la esquina de la abuela resultó impensada hasta ya entrada la cita mundialista.

“De más chicos, habíamos hecho fiestas con mucha gente en nuestro club de toda la vida, el Amigos de Villa Luro, pero nunca de esta magnitud, donde pudimos ver gente de todas las edades disfrutando a pleno y compartiendo momentos inolvidables”, dice Maxi, y hasta se atreve a asegurar que “a partir de ahora, esta esquina ya quedó como sede oficial de los mundiales que vienen. Ojalá tengamos por delante muchas más cosas para celebrar”.

Santiago Rodríguez

La abuela de los mil nietos

Aunque resulte paradójico, María Cristina, la abuela más famosa de la actualidad, no tiene nietos. O, dicho de otro modo, es la abuela de todos. Sus datos filiatorios la marcan como una porteña de ley. Nacida en Almagro en 1946, tenía apenas dos años cuando se radicó definitivamente con su familia en el barrio de Liniers, más precisamente a la misma casa que habita hoy, en Caaguazú y Andalgalá.
María Cristina es la menor de tres hermanas y nunca formó pareja. Sin embargo, aunque la vida no le dio descendencia, el azar mundialista le regaló miles de nietos. Eso sí, tuvo dos abuelas maravillosas que le enseñaron el valor del trabajo: apenas terminó el secundario consiguió un empleo gracias a la rapidez que mostraba para escribir a máquina.
Por entonces, el barrio de Liniers era apenas el germen del que se observa en la actualidad. “Yo me sentaba en la puerta de esta casa con mi abuela y a lo lejos veíamos el tren. Había pocas casas y ningún edificio”, recuerda.
Muchos de esos recuerdos los narró en detalle en el programa radial “Elías de radio”, del que hace unos años participó activamente, poco después de anotarse en el Taller de Radio del centro cultural Elías Casltelnuovo, cuando se animó a enfrentar el micrófono con el mismo desparpajo que muestra hoy, cada vez que la entrevistan en la tele. 
Asegura que “por cábala” no mira los partidos y que Messi es su jugador preferido. “Le mandé mil mensajes, ojalá alguno le llegue”, se ilusiona.
Hoy, con el título de campeón en el bolsillo -logrado el 18 de diciembre, el mismo día en que su barrio de Liniers cumplió 150 años- la “abuela lalala” sigue siendo furor en redes sociales, la acosan las guardias periodísticas y su domicilio aparece destacado en el Google Maps. Es que ser la abuela de todos, tiene su precio.

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