Periódico zonal del Barrio de Liniers para la Comuna 9
November 19, 2025 5:55 am
Cosas de Barrio

Según pasan las horas

El recuerdo de las viejas relojerías y joyerías del barrio de Liniers.

Por Daniel Aresse Tomadoni (*)

Días pasados, viendo una antigua foto del barrio, me detuve a observar los enormes carteles de publicidad –confieso que con lupa mediantede los prestigiosos comercios del Liniers de antaño. Mi atención se centró en uno que se destacaba entre los demás, que decía simplemente “Tomasi”. De inmediato mi mente comenzó a funcionar a mil para recordar a qué rubro se dedicaba. Hasta que en un chispazo se me aparecieron en el recuerdo las enormes vidrieras de Tomasi, con joyas y relojes iluminados a pleno. Casi al instante recordé que, a fines de los años 60’, el local funcionaba casi llegando a la esquina de Montiel y Rivadavia, y era uno de los tantos dedicados a ese rubro que durante años se repitió en el barrio. En la misma cuadra, pero ya en el interior de la Galería Liniers, desde hace décadas funcionan dos grandes locales, donde más de uno de nosotros compró el anillo de plata para confirmar algún noviazgo o, tal vez, adquirimos algún reloj analógico o digital.

El barrio supo contar con muchas joyerías y relojerías, que hoy ya son parte del pasado. Tal vez la más emblemática haya sido Valladares, en Montiel 108, a metros de Ramón Falcón. Desde que abrió sus puertas en 1957 hasta su cierre definitivo hacia fines de 2011, fue un emprendimiento familiar que siempre contó con un amplio surtido de las mejores marcas de relojes. Pero, además, Valladares se destacaba por contar con un taller de reparaciones de avanzada, que cobró aún más trascendencia con la llegada de los relojes electrónicos. Recuerdo que mi primer reloj de la infancia/adolescencia, fue precisamente un Tressa sumergible que mis viejos compraron allí como regalo de mi egreso de la escuela primaria. Aquel reloj era la sensación de la época y yo lo lucía sumergiéndome hasta el fondo de la pileta del Club Liniers.

Cerca de allí, la relojería González, sobre Montiel al 100 -justo al lado de la escuela República Francesa- se dedicaba a los mismos servicios, para intentar salvarles la vida a nuestros pobres relojes caídos y con los vidrios rotos de los cuadrantes. Sin duda, otra de las grandes joyerías y relojerías fue Stramm, en la calle Carhué cerca de Ramón Falcón. Recuerdo a su propietario, un alemán de pocas pulgas. Con el tiempo cerró y en ese local funcionó durante años Rivadulla Hombres, una referencia ineludible en la moda masculina.

Ya del lado de Ciudadela, cerca de los cines, sobre la colectora de la avenida General Paz, funcionó un enorme local, la joyería y relojería Giolito. Vale aclarar que, por entonces, los relojes eran máquinas simples y fáciles de reparar.

En esas épocas donde aún se podía transitar por la calle con artículos de oro, también hubo quienes reparaban esas joyas, cortaban anillos que ya quedaban chicos y, en algunos casos, hasta los “estiraban” con oro. Allí también cambiaban mallas metálicas de relojes y había quién compraba oro. En ese rubro, la más famosa fue Casa Jaime, ubicada en Rivadavia entre Montiel y Carhué, pero a comienzos de los 80’ funcionaron decenas de locales dedicados exclusivamente a la compra del metal dorado. En sus escaparates todo relucía y, de tanto en tanto, alguien podía comprar algún anillo, el reloj deseado o también algún adorno, como las inoxidables cajitas musicales, sin olvidar algún obsequio para alguna ocasión especial.

Todos esos locales eran un verdadero deleite visual y, en alguna oportunidad, también un sueño realizado, porque allí, todo lo que relucía era oro.

Hasta la próxima y muchas gracias por permitirme compartir estos recuerdos con ustedes.

(*) Aresse Tomadoni es director general de “Relatos del viajero” y “Épocas del mundo” que se ofrecen a través de Youtube

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