Periódico zonal del Barrio de Liniers para la Comuna 9
September 28, 2025 11:03 pm
Cosas de Barrio

“Hoy el residente del Garrahan es un soldado en la trinchera”

La pediatra y vecina de Liniers, Dolores Safón, explica la dura situación que atraviesan los profesionales del prestigioso hospital infantil.

El Hospital de Pediatría “Prof. Dr. Juan P. Garrahan” fue inaugurado en 1987. Por entonces la expectativa era convertirlo en un centro de alta complejidad y de referencia a nivel nacional, donde nuestras infancias recibieran gratuitamente la atención necesaria para mejorar su calidad de vida y recuperar la salud. Hoy, sin embargo, la realidad ha superado aquel ambicioso proyecto, porque el prestigio del Garrahan ha traspasado las fronteras para ser reconocido como un polo de salud pública de calidad en toda América Latina.

Su equipo, conformado por profesionales de altísimo nivel académico, secundados por esmerados enfermeros, auxiliares y personal de maestranza, son el corazón de esta institución que, paradójicamente, hoy es víctima de una mordaz y cruel campaña de desprestigio llevada a cabo desde el gobierno, con un odio pocas veces visto y la única finalidad desfinanciar y malograr años de servicios de salud pública.

Para contarnos desde adentro lo que sucede realmente en el hospital, charlamos con la Dra. Dolores Safón, residente de pediatría desde hace dos años en el Garrahan y vecina de Liniers.

– Dolo ¿Por qué medicina, por qué pediatría?

– Decidí mi carrera al terminar el secundario. Me gustaban las ciencias naturales, el contacto con la gente, y la medicina me pareció una excelente idea. Me formé en la UBA y me recibí después de ocho años. Al final de la carrera me detuve en pediatría y sentí que la energía de los chicos era distinta, porque es amor puro. Si bien implica abordar patologías complejas, difíciles, a veces, te encariñas y bueno, sufrís, pero la recompensa cuando salen de alta es incomparable…

Mientras Dolores intenta explicar el germen de su vocación, sus ojos cobran un brillo especial. Como si la profesión que eligió le brotara por los poros, como si el amor y la dedicación por sus pequeños pacientes fuesen un motor en su vida y valieran bastante más que un sacrificio.

Es importante subrayar que las residencias pediátricas son programas de posgrado para médicos recién graduados, que les permiten especializarse en el área. Tienen una duración de cuatro años con una práctica intensiva en el campo de batalla. Allí se aprende y se trabaja codo a codo con los médicos de planta que cuentan con más de 25 años de experiencia. Allí se gestan los pediatras del futuro. Este programa también se realiza en el Hospital Ricardo Gutiérrez y en el Pedro de Elizalde.

– ¿Qué es ser residente en el Garrahan? ¿Cómo se logra y qué significa?

– En primer lugar, se logra con amor y trabajo, mucho amor y mucho trabajo. Pero es mi elección y no me quejo. Los residentes somos el último engranaje de una gran maquinaria. Trabajamos mucho atendiendo a diario a los pacientes, e informando y asistiendo a los médicos titulares. Mi residencia es de pediatría general, después veré en qué especialidad me enfoco. Ahora paso por todas las áreas y veo a diario patologías menos frecuentes, casos raros, por eso elegí este hospital. Ocupé la residencia después de rendir un examen anual que se da a nivel nacional. Todos los postulantes del país rinden en el mismo día y horario. Por suerte yo pude elegir el Garrahan. Trabajo ocho horas diarias y después tenemos seis guardias al mes. Además, cuando ingresás firmás un contrato donde se especifica que es dedicación exclusiva, es decir, no hay margen para mucho más. Nuestra residencia es muy reconocida, vienen médicos de otros países a hacerla y saben que vuelven a su país y los contratan enseguida. Eso es prestigio. Es cansador, demandante, pero es mi esencia.

– Imagino que, con tanto esfuerzo y dedicación, tu hora de trabajo tiene un valor similar a la de un ministro, o tal vez más, dado que tu materia prima son chicos enfermos…

– (Dolores no puede disimular una sonrisa amarga) Ojalá, nuestro conflicto salarial, que ahora tomó estado público y se transformó en mediático, lleva más de dos años. La diferencia es que siempre que se hacía el reclamo había una respuesta y se llegaba a un acuerdo. Pero en este último año y medio se nos cerró el canal de diálogo. Nosotros acercamos nuestras cartas de reclamo a nuestro empleador, que es el Ministerio de Salud, pero jamás nos responde y las terminan cajoneando. Por eso nosotros, al igual que el resto de las minorías vulnerables, como los jubilados o las personas con discapacidad, fuimos perdiendo poder adquisitivo.

– ¿Qué medidas tomaron al respecto?

– Nos autoconvocamos y fuimos haciendo paros de 24 horas, pero sin desatender la atención por Guardia. Hacíamos aplauzasos, seguíamos mandando cartas. Y el mes pasado decidimos en asamblea hacer un paro, primero de tres días o cuatro días y luego por tiempo indeterminado. Nos fuimos organizando entre nosotros, un grupo redacta y lleva las cartas al Ministerio, otro convoca a los medios. Te aclaro que no respondemos a ningún espacio político, siempre fuimos y somos muy respetuosos de la autoridad.

– ¿Cuánto es el valor hora de tu salario?

– Me da vergüenza decirlo… Estamos entre 2.800 y 3.000 pesos. Por eso creemos que nuestro reclamo es más que justo. Calculá que para tener el trabajo que tengo llevo estudiado casi diez años y tengo que seguir formándome. Aparte yo vivo sola, tengo gastos y responsabilidades que afrontar. Tanto yo como el resto de mis compañeros que tienen familia, apenas pretendemos un ingreso digno, porque nuestro salario, que depende de Nación, quedó relegado en comparación con los de CABA o los de Provincia.

– La vergüenza es de todos, Dolo, por escuchar cómo se denosta y descalifica una tarea tan noble como la que realizan ¿Tuvieron alguna propuesta de gobierno?

– Nos recibieron una vez cuando esto tomó estado público. Nos dijeron que no hay plata, que no se le aumenta a nadie, y que no tenían intención de alterar sus cuentas. Pero como la repercusión mediática continuó nos volvieron a convocar. Fuimos esperanzados, siempre con la idea de abrir un canal de diálogo y plantear una recomposición salarial, pero apenas nos informaron que, como excepción, nos darían un bono de 300 mil pesos, no remunerativo, por supuesto, y que, como contrapartida, debíamos levantar el paro. Claro que no fue una negociación, fue una orden en tono imperativo.

– ¿Y entonces? ¿Cómo siguió el conflicto?

– Cuando rechazamos el bono, porque lo rechazamos, nos amenazaron con que ya había cartas de despidos firmadas y que, si no volvíamos a trabajar, iban a empezar a mandarlas. Nosotros no queremos que ningún compañero se vea afectado, esa es la realidad. Entonces

nos vimos obligados a volver a trabajar. Pero ojo, no nos rendimos.

En ese marco, el gobierno propone reformular el programa de residencias y convertirlo en un plan becario. Es decir, una beca institucional que permite un contrato directo con el hospital, donde no existen los aportes ni las cargas sociales, o una beca del Ministerio donde se respetan los aportes y la obra social, y el hospital sigue siendo el responsable de garantizar los seguros pertinentes del profesional. A sus 31 años, Dolores sabe que la propuesta no hace más que continuar embarrando la cancha. “Mirá, aún no está claro cómo se va a implementar. Hoy a los becarios se les da un papelito donde figura una cifra que es la que se les acredita todos los meses. No tienen aguinaldo, licencias, beneficios ni derechos laborales. No hay nada formal, pueden prescindir de ellos en cualquier momento. En mi caso yo ya firmé un contrato y esta modalidad no me toca, pero sí va a afectar a los nuevos residentes que ingresan en septiembre. Habrá que ver si ellos aceptan esa propuesta o si se van a otras instituciones que les garanticen una continuidad laboral”. Pero la iniciativa oficial incluye un costado aún más grave. “¿Sabés cuál es el daño mayor? -advierte Dolores- que no se suma gente nueva y perdés el capital humano. No vamos a tener nuevos profesionales capacitados, de esos que realmente hacen falta, porque el residente es como un soldado en la trinchera”.

La pediatra de Liniers revela, no obstante, que el reclamo de los profesionales del Garrahan no cuenta con el apoyo del personal administrativo del hospital. “Están muy alineados con el gobierno”, explica. Sin embargo, los profesionales continúan con su plan de lucha. “Mandamos cartas al Ministerio, hacemos marchas en repudio a estas medidas y se están sumando los médicos de carrera, que sí nos apoyan. De hecho, ellos también cobran poco, igual que los enfermeros, que son excelentes profesionales, responsables y solidarios, y que a veces eligen irse porque en una clínica privada dan dos inyecciones y cobran más… La situación es muy difícil”, resume Dolores, que en su lucha parece tener el antídoto contra su propio nombre. “Trabajamos como un equipo dentro del hospital -explica- porque esto nos atañe a todos. En cinco años vamos a ser nosotros los médicos que atendamos en Osde, porque a largo plazo esta realidad afecta al sistema de salud en su conjunto. No se trata solamente del sueldo, se trata de que los profesionales del futuro dejarán de elegir una formación que es de excelencia por no tener un buen ingreso, y eso a la larga da como resultado el vaciamiento de la institución y, por consiguiente, de la salud pública. Y te aseguro que ese será un daño irreversible. Pero esa parece ser la política del gobierno…”.

– “Nadie tiene porqué pagar por tus sueños. Yo soñaba con ser astronauta…”, dijo al respecto la diputada Lilia Lemoine ¿Qué opinión te merece?

– Prefiero no engancharme con eso, es un conventillo político. Yo rendí un examen, me formé, no me pusieron acá por milagro. Por eso me quedo con el apoyo de mis pacientes y de mis colegas, esa es la satisfacción más grande que puedo tener.

– ¿Hay ñoquis?

– ¿Ves? Eso sí me indigna. Trabajamos mucho todo el tiempo, y yo no veo a nadie tomando mate. Tenemos mucha presión y responsabilidades, pero, además, a eso le sumamos pasión, porque te aseguro que le ponemos el cuerpo. Hay un compromiso real, todo el mundo trabaja. Siento que ese es un discurso que apunta a generar una grieta donde no existe. Ahora sumaron el control biométrico para controlarnos un poco más, cosa a la que no nos oponemos, porque nosotros siempre fichamos. Me parece genial que lo hagan, no nos afecta porque siempre trabajamos y la gente se queda porque es su lugar de pertenencia.

– En este marco de situación ¿Cómo ves a la sociedad? ¿La notas aletargada?

– Más allá de nuestro conflicto como residentes, lo que a mí más me apena es que estamos corriendo el foco de lo importante. No puede ser que nos dé lo mismo lo que le pase al de al lado, a los jubilados, a los chicos con discapacidad, a la gente en situación de calle. Esa gente necesita de todo y eso le puede pasar a cualquiera. Existe una señal de época que es angustiante y que estaría bueno que se revea, porque nos atraviesa a todos en todos los aspectos. Creo que es hora de empatizar con el otro y de sentir su dolor como propio. Ese es el camino que nos va a abrir los ojos. Los invito a buscar ese otro lado…

Alejandra Torrecilla

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