Periódico zonal del Barrio de Liniers para la Comuna 9
April 29, 2024 8:07 am
Cosas de Barrio

Liniers, el barrio que mira al tren

Todo empezó con el tren, ese endiablado gusano metálico que hace camino al andar y devora distancias, creando civilización y tejiendo historias a su paso. Liniers es el tren y el azar del día después. Es ese mojón de inicio en la línea de tiempo, con el 18 de diciembre de 1872 marcado a fuego, y un humilde apeadero que por primera vez invitaba a detenerse al tren en su camino hacia el lejano oeste, en el que desde entonces todo estaría por venir.

Debieron pasar casi tres lustros para que ese andén gris y desolado, en el que sólo se detenía el servicio de cargas, se transformara en estación y sea parada obligada del tren de pasajeros. Hacia ambos lados, las primeras casas se le animaban a un verde avasallante que derrochaba campo y la pulpería La Blanqueada era parada obligada de forasteros y lugareños, allí donde el germen del barrio no era, siquiera, una amenaza.

El aluvión de urbanismo comenzaría a gestarse recién a comienzos del siglo XX, más precisamente el 21 de noviembre de 1904, cuando se inauguraron los talleres ferroviarios -que aún hoy se yerguen allí donde Liniers coquetea con Villa Luro- y cientos de operarios que hasta entonces se desempeñaban en Tolosa (Partido de La Plata) debieron afincarse en los alrededores de esas tierras, en las que el tren marcaba el pulso y la avenida Rivadavia -aún pálida y somnolienta- se nutría en Liniers para empezar a transformarse en la más larga del mundo.

Para entonces, sin embargo, ya hacía años que funcionaba la primera escuela, fundada el 5 de julio de 1882 en la actual esquina de Rivadavia y Fonrouge, que hoy ocupa un edificio de departamentos. Tenía techo de paja y paredes de barro, y hacia 1891 contaba con 41 alumnos que eran guiados por la señora Ernestina Zella de Ruiz, ni más ni menos que la primera maestra del barrio de Liniers. Años más tarde, en 1939, la escuela se mudaría a su ubicación actual, de Murguiondo 76, y sería bautizada con el nombre de República de Corea.

La incipiente capilla de San Cayetano, alentada por las hermanas de la congregación Hijas del Divino Salvador, nucleaba a la feligresía, y como en todo pueblo que se precie de tal, frente a ella se instaló la comisaría, que ya en 1919 se mudó a Albariño y Rivadavia.

Cada punto cardinal tenía su marca. El este con un cúmulo de quintas y de casas cada vez más apiñadas que se agrupaban como hormigas hasta el centro de Buenos Aires, donde el puerto imaginaba otros horizontes; el oeste con la pampa infinita y profunda a la que sólo se le animaban el tren serpenteante y algunas carretas; el sur con el matadero municipal, que aún podía divisarse desde la estación Liniers; y el norte con un límite perfectamente delineado en el cauce del arroyo Maldonado, que cada verano invitaba a un chapuzón, como para hacer olvidar por un rato el calor de un sol impiadoso.

Claro que no todos en Liniers trabajaban en el ferrocarril. A un inmigrante español, de nombre Juan Guereño, se le ocurrió instalar en 1917 una pequeña fábrica de jabón en un galpón de la calle Tafí (hoy Martiniano Leguizamón). Con los años llegaría a ser una de las más importantes del país. Fue famoso su jabón amarillo, que se vendía en barras, y ese éxito le permitió a Guereño trasladarse a un nuevo galpón en la calle Cafayate 672, donde se instaló en 1920 y llegó a contar con 300 empleados.

La cultura y el deporte fueron también dos elementos insoslayables. El primer cine se inauguró en 1910 en la finca de la familia Garavano, de Rivadavia y Murguiondo, allí donde hoy funciona una estación de servicio. La sala contaba con 48 m2 y en un ambiente que daba a la calle se instaló un café. Cinco años más tarde se fundó la Biblioteca Democracia y Progreso, en Larrazábal 154.

Ya entrada la década 20, dibujadas por los pasajes, se distinguieron por su simpleza y elegancia las entrañables Mil Casitas; en 1934 se instaló el Mercado de Frutas y Verduras, en el 40’ comenzó a funcionar el hospital Santojanni y en 1943 llegó al barrio el querido Vélez Sarsfield. Siempre con el rumor del tren alentando la esperanza.

Lic. Ricardo Daniel Nicolini

cosasdebarrio@hotmail.com

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *