Periódico zonal del Barrio de Liniers para la Comuna 9
May 2, 2024 10:02 am
Cosas de Barrio

Barrio de tango

Diego Pirrone es el director de la aclamada Orquesta Típica Liniers, que reúne músicos del barrio de entre 20 y 30 años

“Me crie en una casa chorizo de Cossio y Carhué, con una parra y escuchando tangos”. Aunque la frase podría caberle a la perfección a cualquier tanguero de televisión en blanco y negro que hoy peina canas -o ni siquiera eso-, el que habla es Diego Pirrone, tanguero sí, pero de 30 jóvenes años. “Vengo de una familia de inmigrantes italianos que se asentó en el barrio a principios del siglo XX. Mi abuelo, mi madre y yo nacimos en Liniers, y a lo largo de mi vida el tango fue el paisaje sonoro en el que me desarrollé como persona”, completa luego el contrabajista y director y fundador de la Orquesta Típica Liniers, en diálogo con Cosas de Barrio.

Ese abuelo materno, Francisco Saraco, era un enamorado de la orquesta de Osvaldo Pugliese. “Pero la de la década del 40’”, aclara Diego, y cuenta que de él heredó todos esos casetes que hoy conserva como un tesoro.

Si bien sus padres son jóvenes, porque rondan los 50 años, son fanáticos del Polaco Goyeneche y de Julio Sosa. Y de tal palo, tal astilla. “Yo de chico escuchaba la orquesta de Leopoldo Federico, la de Franchini y Pontier, la de Atilio Stampone. Me acuerdo que una vez, estando en séptimo grado, la maestra pidió que lleváramos un disco para escuchar en el colegio y yo llevé un CD del Polaco. Como te imaginarás, me sabía todas las letras de memoria”, recuerda con una sonrisa.

– ¿Y cómo arrancó tu formación musical?

– A los 12 años empecé a estudiar guitarra en el Centro Cultural Elías Castelnuovo, con Martín López Azurmendi. Mi papá tocaba la guitarra y algo me había explicado, pero con Martín me empecé a familiarizar con el instrumento. Para entonces comenzaba el secundario en el Comercial 32, y alternaba el tango con el rock y el blues, que tocaba en algunos bares de Ramos Mejía con una banda de amigos de mi Viejo, donde yo era el guitarrista y armoniquista. Durante el secundario fui rockero pero en mi oreja seguía sonando el tango. De hecho, con la viola trataba de sacar melodías de tango, como Mano a Mano o La Cumparsita, y después iba y se las hacía escuchar a mi abuelo.

Su otro abuelo vivía en Ramos Mejía, y juntos escuchaban “unos tangos increíbles en una radio a válvulas, en las mismas AM que hoy escucho en mi auto”, asegura.

Ya a los 16, sin abandonar el tango ni la música clásica, empezó a escuchar jazz. Un día le contaron que en el viejo natatorio del Parque Avellaneda había una orquesta para adolescentes de entre 12 y 18 años. Allí fue y lo recibió Claudio Buchelo, el director. “Me dijo que la idea era que probara todos los instrumentos, pero yo no bien lo vi, me enamoré del contrabajo”, recuerda Diego, y cuenta que allí se encontró con sus dos grandes maestros: Carlos Vega y Pastor Mora, que por entonces integraban la orquesta estable del Teatro Colón. “Al año siguiente me anoté en el conservatorio con el contrabajo que me prestaba la orquesta del Parque Avellaneda”.

Un día golpearon la puerta de su casa de Liniers preguntando por “el contrabajista”. “Cuando salí -relata Diego- me encontré con un señor de 80 años, que me dijo que era Alberto Dávila, director de orquestas de tango y que estaba buscando al contrabajista. Así ingresé a su orquesta, que en ese momento era un quinteto. Todavía no había cumplido los 18 y ya había grabado mis primeros tangos con ellos”.

Su periplo tanguero siguió luego en otra orquesta de la zona, “Recordando a los señores del tango”, y más tarde se incorporó al cuarteto de Héctor Mele. “En paralelo, con un grupo de jóvenes conformamos el Quinteto Arrovirado, en homenaje al gran bandoneonista tanguero Eduardo Rovira, y ensayábamos en casa. Me acuerdo que el debut lo tuvimos con una cena show en el Glorias Argentinas”, explica Diego y cuenta que por entonces sobrevivía haciendo tangos “for export” en la tanguería La Ventana, en San Telmo, donde integró durante dos años el elenco estable de músicos.

– ¿Por entonces ya te daba vueltas en la cabeza la idea de tener tu propia orquesta de tango?

– Sí, claro. A fines de 2018 empecé a pensar en armar una orquesta típica que llevara el nombre de mi barrio, porque Liniers siempre me conectó con mis afectos y entre esos afectos está el tango. El tango tiene que ver con los orígenes de Liniers, porque la gente escuchaba tango, pero también lo bailaba y hablaba de tango. Además, hay varios músicos de nuestro barrio que fueron parte de la historia tanguera. Y este Liniers de arrabal, alejado del centro, es el concepto del que parte la orquesta, para, en principio, trabajar como una orquesta de barrio, con miras a llegar al mundo para contarle cómo el barrio de Liniers y su singularidad influyó en nuestro estilo.

Diego cuenta que Alberto Dávila le pasó partituras de editorial, las mismas que él usaba en Liniers con su orquesta allá por los años 50’ y 60’. “Esas partituras, que están arregladas por grandes maestros como Julián Plaza y planteadas para orquesta típica, fueron la piedra fundamental, y recrean tangos de los años 40’ y 50’, es decir, la época de oro, que hoy componen nuestro repertorio”, reconoce Diego y adelanta que “próximamente sumaremos algún cantor invitado”.

La base de la orquesta típica está compuesta por tres violines, tres bandoneones, piano y contrabajo. A veces, incluso, se suman la viola y el chelo. Con ese esquema, actualmente la Orquesta Típica Liniers está integrada por 14 jóvenes músicos de ambos sexos de entre 20 y 30 años, entre los que se cuentan un bandoneonista ruso y un violinista venezolano.

En estos casi cinco años de labor, se presentaron en Avellaneda, en Monte Castro y en la Glorieta de Versailles, “pero básicamente nos dedicamos a mostrar nuestro arte en Liniers, con espectáculos a la gorra para que no sea excluyente para nadie, aunque dependemos del aporte del público para sostener la orquesta, porque no tenemos ningún tipo de subsidio y es un proyecto autogestivo”, explica Diego, y adelanta que “la idea para el año próximo es lanzarnos a tocar en tanguerías del centro, pero el proyecto inmediato es grabar un disco que va a incluir cuatro tangos clásicos y lo vamos a sacar en plataformas digitales, aunque no descartamos editarlo luego en vinilo. Queremos que ese disco sea nuestra carta de presentación”.

Hasta aquí, la Orquesta Típica Liniers viene cosechando aplausos y ovaciones en cada una de sus presentaciones, como las que realizó en el polideportivo de Vélez Sarsfield -en los festejos por los 150 años del barrio de Liniers- en la Casa de la Cultura de Liniers y en El Tanque Cultural, de Acassuso 6930, donde volverá a sonar en vivo el viernes 20 de octubre próximo.

– No debe ser fácil coordinar fechas entre tantos músicos, más aún tratándose de un proyecto autogestivo…

– Y, cuesta bastante… Y respecto a lo económico también. De hecho, estamos precisando un piano. Así que si algún vecino tiene uno que no use y lo tenga sólo como mueble, aceptamos donaciones. La idea es ponerle una plaquita con el nombre del dueño y usarlo en todas nuestras presentaciones, en lugar del teclado que tenemos hoy.

Además de su labor al frente de la Orquesta, Diego es docente de contrabajo en dos orquestas infantiles, una en El Jagüel y otra en Guernica, y coordina el Departamento de Música en una escuela de Canning.

Claro que su vida está en Liniers. “Estoy absolutamente enamorado de mi barrio y veo que creció muchísimo. Llegó mucha gente de otros sitios, que se enamora del barrio como me enamoré yo, y eso me genera mucho orgullo. Por eso con la Orquesta Típica Liniers intentamos contribuir a la cultura barrial, rescatando los orígenes. Porque Liniers tiene un patrimonio cultural enorme”, enfatiza, al tiempo que aprovecha para destacar el apoyo y la colaboración que recibe por parte de diversas entidades barriales, como Los Pizpiretas de Liniers, la Junta de Estudios Históricos, la Casa de la Cultura, El Tanque Cultural y el periódico Cosas de Barrio.

– ¿No hay nada que te haga ruido de tu barrio, que te moleste?

– A ver, déjame pensar… Me da mucha pena que tiren casas viejas y que hagan edificios, pero sé que el modernismo es un monstruo grande y pisa fuerte. De a poco me fui desprendiendo de ese dolor que me generaba una angustia terrible. Entonces entendí que el valor que tienen las cosas del pasado, hoy se puede canalizar en arte y en cultura, y en eso estoy trabajando con la orquesta.

– Nostálgico, como buen tanguero…

– Y sí, qué le voy a hacer, eso están en mi ADN.

Ricardo Daniel Nicolini

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